
Cada quien desde su ventana ve pasar las cosas, los hechos a los que se les cuelga el adjetivo de “ históricos” tienen rostro , emociones, momentos de profunda reflexión , o duda , miedo , alegría , sensación de victoria y miles de cosas más.
Cada cosa que pasa se queda impresa en el recuerdo de quienes lo vivieron , y esa memoria es algo vivo, sobrepasa los números que quedan en los diarios y en los libros.
Mi abuelo Guadalupe Díaz Carreño me contaba de la epidemia de viruela negra que vivió en carne propia, a los trece años , acostado en un lecho de hojas de plátano para que las pústulas infecciosas no le produjeran más dolor, y así , solo, sin vacuna , pudo remontar la enfermedad. Hoy esta viviendo su año numero 92. Su hermana no tuvo la misma suerte, ya que , una vez que se sintió un poco mejor, comió carne de cerdo y al poco tiempo murió.
Cuando yo estaba en México oía noticias terribles de la gripa asiática, desde aquella que brotó en 1968 en Hong Kong , hasta la gripe aviar que paralizó a Beijing en el 2003 y también el SARS . Pensábamos que el mal estaba muy lejos y confiábamos en que jamás iba a llegar a nuestro país.
Hoy, estoy en Beijing, y desde aquí sigo la evolución de la gripe porcina que ha surgido en México , con la preocupación de ver las cosas desde tan lejos y sólo atender lo que dicen los noticiarios, la radio , los amigos. Sin estar ahí para hacer una llamada local y preguntar como están , sin ver a la familia, sin que sientan el cuidado que les puedo prodigar. Aunque ese cuidado sea únicamente a través del cariño declarado en un mensaje electrónico.
Antes de partir hacia China, Vera, la hermana de mi pareja de ese entonces , quien es médica, me dio una caja de cubrebocas, para protegerme de cualquier partícula o microbio que desde el aire de esta megalópolis quisiera entrometerse en mi organismo. Ahora pienso en lo irónica que es la vida. Aquí no uso cubre bocas; en la primavera pekinesa el tiempo es dulce y agradable, si viviera en el DF necesitaría salir con la boca y la nariz cubiertas.
Vivo pegado a la radio, la televisión , el internet .Escucho en el tercer día de alerta máxima lo que los expertos dicen acerca del recrudecimiento de la crisis económica debido a la alerta sanitaria que ha tenido impacto global y que se refleja en las principales bolsas de valores, al mismo tiempo veo las imágenes de la gente en la ciudad de México, en el metro y en las calles, embozados , abrazando a sus niños , a caballo, con sombrero de palma leyendo el periódico, los soldados repartiendo cubrebocas a transeúntes y automovilistas. Todos estos son los rostros, la gente de carne y hueso que sufre lo que pasa en México. Lo demás son cifras.
Ya varios jinetes se paseaban por el país, el del hambre , producto de la pobreza generalizada, el de la guerra, que enfrenta a narcotraficantes contra el ejército nacional , y ahora el de la peste que viene de la mano del jinete de la muerte , en forma de gripe. Invisible , potente y minúsculo ser que combina un mal de aves , cerdos y humanos. Un organismo simple capaz de poner de rodillas a naciones, una cápsula insignificante , una bolsa de material genético rodeada de proteína que hace que en el aire viaje el temblor, la fiebre , la tos , el miedo.
El 2009 quedará para siempre marcado. Ya desde su inicio era patente que la crisis de seguridad y la debacle financiera mundial ofrecían un panorama desolador para los mexicanos, pero ninguno de esos fenómenos le dará su título a este año.
Dentro de cierto tiempo , en las charlas se referirá cualquier evento personal sucedido en este año , con el flagelo que nos azotó en abril.
Y la gente dirá : ¿Te acuerdas de tal cosa ? Si lo tengo muy presente fue cuando se cerraron las escuelas , las iglesias, los estadios, las calles estaban desiertas y los hospitales repletos. Y además , tembló.
Fue en 2009 , el año de la influenza en Mexico .
Cada cosa que pasa se queda impresa en el recuerdo de quienes lo vivieron , y esa memoria es algo vivo, sobrepasa los números que quedan en los diarios y en los libros.
Mi abuelo Guadalupe Díaz Carreño me contaba de la epidemia de viruela negra que vivió en carne propia, a los trece años , acostado en un lecho de hojas de plátano para que las pústulas infecciosas no le produjeran más dolor, y así , solo, sin vacuna , pudo remontar la enfermedad. Hoy esta viviendo su año numero 92. Su hermana no tuvo la misma suerte, ya que , una vez que se sintió un poco mejor, comió carne de cerdo y al poco tiempo murió.
Cuando yo estaba en México oía noticias terribles de la gripa asiática, desde aquella que brotó en 1968 en Hong Kong , hasta la gripe aviar que paralizó a Beijing en el 2003 y también el SARS . Pensábamos que el mal estaba muy lejos y confiábamos en que jamás iba a llegar a nuestro país.
Hoy, estoy en Beijing, y desde aquí sigo la evolución de la gripe porcina que ha surgido en México , con la preocupación de ver las cosas desde tan lejos y sólo atender lo que dicen los noticiarios, la radio , los amigos. Sin estar ahí para hacer una llamada local y preguntar como están , sin ver a la familia, sin que sientan el cuidado que les puedo prodigar. Aunque ese cuidado sea únicamente a través del cariño declarado en un mensaje electrónico.
Antes de partir hacia China, Vera, la hermana de mi pareja de ese entonces , quien es médica, me dio una caja de cubrebocas, para protegerme de cualquier partícula o microbio que desde el aire de esta megalópolis quisiera entrometerse en mi organismo. Ahora pienso en lo irónica que es la vida. Aquí no uso cubre bocas; en la primavera pekinesa el tiempo es dulce y agradable, si viviera en el DF necesitaría salir con la boca y la nariz cubiertas.
Vivo pegado a la radio, la televisión , el internet .Escucho en el tercer día de alerta máxima lo que los expertos dicen acerca del recrudecimiento de la crisis económica debido a la alerta sanitaria que ha tenido impacto global y que se refleja en las principales bolsas de valores, al mismo tiempo veo las imágenes de la gente en la ciudad de México, en el metro y en las calles, embozados , abrazando a sus niños , a caballo, con sombrero de palma leyendo el periódico, los soldados repartiendo cubrebocas a transeúntes y automovilistas. Todos estos son los rostros, la gente de carne y hueso que sufre lo que pasa en México. Lo demás son cifras.
Ya varios jinetes se paseaban por el país, el del hambre , producto de la pobreza generalizada, el de la guerra, que enfrenta a narcotraficantes contra el ejército nacional , y ahora el de la peste que viene de la mano del jinete de la muerte , en forma de gripe. Invisible , potente y minúsculo ser que combina un mal de aves , cerdos y humanos. Un organismo simple capaz de poner de rodillas a naciones, una cápsula insignificante , una bolsa de material genético rodeada de proteína que hace que en el aire viaje el temblor, la fiebre , la tos , el miedo.
El 2009 quedará para siempre marcado. Ya desde su inicio era patente que la crisis de seguridad y la debacle financiera mundial ofrecían un panorama desolador para los mexicanos, pero ninguno de esos fenómenos le dará su título a este año.
Dentro de cierto tiempo , en las charlas se referirá cualquier evento personal sucedido en este año , con el flagelo que nos azotó en abril.
Y la gente dirá : ¿Te acuerdas de tal cosa ? Si lo tengo muy presente fue cuando se cerraron las escuelas , las iglesias, los estadios, las calles estaban desiertas y los hospitales repletos. Y además , tembló.
Fue en 2009 , el año de la influenza en Mexico .