
Shanghai es una ciudad dínámica y muy activa; se trata , nada menos , que del motor económico de China. Llegar ahí en diciembre , aunque sea por unos días y sentir su atmósfera cosmopolita ha sido una gran experiencia.
Esta urbe estuvo desde el siglo XIX en la mira de las portencias europeas, por ser un enclave fundamental para el comercio entre la parte continental de China , los países vecinos y aún algunas naciones distantes.
Como visitante de corto tiempo quedé asombrado de los contrastes en esta urbe donde la opulencia y la modernidad se tocan con formas tradicionales de conviviencia y la carencia de recursos.
Una rápida vista al malecón de Shanghai
Adentrarse un poco en sus céntricas calles nos lleva a un mundo de contrastes. Junto a las sucursales de poderosos bancos y tiendas transnacionales, el lujo de sus plazas y la mezcla de estilos en su arquitectura ( que va desde el colonial europeo hasta lo más contemporáneo) podemos ver barrios donde el hacinamiento y la lucha por la vida diaria se manifiestan. Sí , se aprecian estampas muy ¨pintorescas¨que impresionan al turista, pero en esta realidad se concreta la voracidad de la globalización que arrasa con lo antiguo y todos sus contenidos ( buenos y malos) y construye otras cosas.
Shanghai ha sido una estampa viviente del crecimiento desigual de una sociedad, cosa que no deja de tener una tremenda belleza. Atravesar de pronto, una callecita como la que les muestro a continuación es como asistir a la agonía de una forma tradicional de vida que , tal vez , sólo pueda tener en el turismo una tabla de salvación, con sus consabidos costos.